domingo, 7 de julio de 2013

ESPIGUETE (2450)

Aguilar de Campóo.  En coche, por la carretera de Cervera  y ruta de los Pantanos, he llegado esta madrugada en una hora larga hasta el aparcamento cerca de Cardaño de Arriba.
 Desde el pantano de Ruesga, la única mole blanca marmórea de la zona

Y a las 7,45 h. he iniciado mi objetivo de ascenso en solitario al Espigüete, que desde el muy activo 1991 no coronaba, aquella vez con mi hijos y dos de sus amigos. Por la arista sureste el ascenso muy vertical es de inmediato. Simplemente he seguido a la "liebre" que me precedía, 37 años  y experto, del que luego escribiré. Me he tenido que emplear a fondo y en frío para alcalzarle.

Sigo al sherpa Barbatxano, hoy mi guia y mi "liebre"

Disfruto en este ascenso vertiginoso

Hoy, la subida normal por el refugio (aquel en en que ya dormí en 1990 y amaneció nevado), me hubiera metido en unas lenguas de nieve heladas muy peligrosas. No sé si aconsejar esta subida, porque es muy dura de inicio. De todas formas, aún habiendo varias (no demasiadas), este monte no da respiro. Los metros de su altura no dan la talla de su dificultad, no exenta de peligros. No en vano, algunos le llaman el Matavascos. La primera placa que veo es de 1995 y de un casi conocido del Grupo Alpino Baskonia, del pueblo Basauri (Bizkaia) al lado del mío. Ya no quiero leer más,  que las hay.

Y en la cima principal, el sherpa Barbatxano y Per Bat, donde hoy estamos 45 minutos "en la gloria"
Algunos hasta disfrutan en sus moviles del txupinazo de San Fermin
En ocho fotos de mi humilde cámara circunvalo el horizonte. Sólo muestro ésta, con la arista que lleva al Murcia y al Prieta, aún seminevada, y los Picos de Europa, majestuosos y blancos, al fondo. ¡Año de nieves!
Sin descanso y pegado al sherpa Pedro Barbatxano (20 Espigüetes en su mochila), el indígena de Castrillo de Villavega y con grandes amigos y simpatía por Navarra y hoy con la camiseta roja del Osasuna y la CAN ya desaparecida, adelantamos a algunos de los que nos han precedido. 

Tres horas justas hasta la cima principal, pasando primero por la secundaria, que sólo se llevan unos pocos metros. Calor y nieve. Mosquitos, que sorprenden con la nieve al lado, y fotos. Hora y cuarto disfrutando de las vistas y los mendizales que van llegando. Pocas veces he saboreado tan arriba un caluroso, distendido y aprovechado descanso.

Las dos cimas del Espigüete. Detrás, arriba, el Curavacas (2570), el otro gigante pétreo palentino
A las 12 h. casi con pena, iniciamos el descenso por el mismo "camino" de subida. Pocas más paradas que para otra foto en la cima "secundaria" (unos 2430 m.), la charla con los muchos que aún ascienden y otros ya conocidos de la estancia en cima a los que adelantamos también. El problema del líquido xenobial de las rodillas es casi mi mayor handicap en la montaña. Y este monte no da ni un descansillo para caminar un rato marcha atrás, mi particular "medicina" recuperatoria. La última hora, donde me queda el descenso más vertical, sufro mucho. Pero el sherpa me anima, espera y ayuda.
Y en el sufrido descenso aún disfruto  de esta maravilla, que se pone así de guapa con sólo un poco de tierra que los vientos y la naturaleza llevan y traen por esta gigantesca roca, probablemente salida de alguna eclosión marina hace algunos millones de años. ¡O sea, anteayer!
 Dos horas treinta y cinco minutos y en el coche. Quema el volante. Un trago de agua y un remojón de cabeza entera en la única fuente que hay en el recorrido, en el mismo aparcamiento, y la despedida rápida del oriundo vasco Barbatxano. A las 15,45 h. estoy ya duchado comiendo con mi compañera fiel, que siempre confía en mi y me espera. ¡Milla esker, D.!

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