lunes, 1 de enero de 2018

AMURRIO, BABIO (583), BURUBIO (536), RAICES PROFUNDAS

Esta Nochevieja y Añonuevo he vuelto a mi adolescencia y juventud. A la sombra del Babio y del Burubio he vivido más de dos décadas. Ahí siguen parte de mis raíces. Ahí viven parte de mis frutos. Recuerdos, familia, montaña... disfrutando a tope.

Cena de Nochevieja en el Txoko Ozekabarri, ya conocido por mí desde 1955. 

Kontxa Aldama (1903-2001) y sus nietos Zigor y Nerea en Ozekabarri (1978)
Guillermina Soto y Patxi Egia  en Amurrio (1972)
 
Cuando se me acercan los setenta años, volver a presidir la cena de Nochevieja  en mi casa de Aresketa durante 25 años, es emocionante. Los recuerdos afloran  sobre mis largas e intensas experiencias. Yo soy de la "generación del 68". Estudiado, crítico, rebelde, creador... ya desde 1967 firmaba mis escritos como A. de Aresketa, que no fueron pocos ni fáciles. No han muerto, no cayeron en el olvido. Están todos publicados. Algunos, muchos creyeron en mí. Espero y deseo que mis raíces me superen. Están en el buen camino.

Nos sentamos once de la familia a la mesa.  Estamos todos los que teníamos que estar, lo que manda la vida actual. Hace una semana, el encuentro fue en mi casa de nacimiento, paraíso que mantengo, en la Venta Pozoportillo. Eramos ocho. Son ya 32 años seguidos, desde que tomé el relevo familiar.
 

 
Amurrio me recibió muy bien en septiembre de 1955, para empezar mi primera escuela. Fue una caminata a pie de 11 kilómetros con mi madre desde Pozoportillo. Tenía 7 años y 5 meses. Recuerdo imborrable, ese día fue el bautismo de fuego del montañero que aún mantengo. Esta iglesia de Amurrio era la de 1930. Poco después se le añadió una torre, campanario y reloj en las cuatro fachadas. Con piedra  de Ozeka, de una cantera que se abrió expresamente para esta obra. No es casualidad que en 1954, con el sobrante de piedras de esa cantera  y dinamitando y barrenando un poco más, se llevaran en el primer camión de transporte de la zona más piedras para hacer entera la casa actual "Ozekabarri", hoy a nombre de Zigor Egia y que vive en ella. Es mi hijo primogénito.
 
En el Parque Municipal  de Amurrio, junto al que también he vivido algunos años y nació Zigor, esa obra de arte de la foto, de un artista local coetáneo y amigo, se titula Guk. Su simbología aunadora es tan importante que la Villa creó el Guk de Oro, reproducción en miniatura de la misma, como máximo galardón anual para personas físicas o organizaciones del pueblo,  mas destacadas de Amurrio. En 2015 me lo entregaron como representante y miembro fundador de las Cuadrillas de Amurio en 1967. Fue un honor, máxime teniendo en cuenta  que   desde 1978  no he residido  aquí. Ese reconocimiento y el de ser pregonero de fiestas en 2016, nombrado y representando a Dantza Lagunak, aunque compartido con las otros cinco cuadrillas del pueblo al igual que el Guk recibido, me llenó de orgullo y satisfacción. Mi agradecimiento será eterno.





Babio. El maestro en montaña, también experto en lindes y mojones, nos indica la separación de Araba y Bizkaia, justo cuando se alcanza el semillano de la cima, tras una última subida muy verticalizada.

 
Un Añonevo bien aprovechado da para mucho. Al anfitrión le llaman a primera hora sus responsabilidades en  el tranvía de Vitoria.  Repara la avería propiciada por la climatología adversa   y la ciudad no se entera, siguiendo sus comunicaciones  perfectas. De 12,30 a 14,30 h, en 1,55 h. subo al Babio y el Burubio con él y con Leire Zaballa. 10,6 kms., pasando por Mendeika (Bizkaia) y Etxegoien (Araba), donde me reencuentro con viejos conocidos indígenas del lugar. Agradables  recuerdos del pasado.  También una pareja de Dantza Lagunak descendiendo cerca de la cima del Babio, para recordar en unos segundos, flases de la historia de los años sesenta y setenta nada menos. Mi korrikolari heredero, preparado deportivamene para superar cualquier montaña, nos lleva esprintando. Aguanto corriendo varios tramos.



A la comida de Añonuevo, mismo lugar y comensales, Zigor y yo no le podemos dedicar mucha sobremesa. Ni el trago y los turrones, ni el tiempo adverso con lluvia endemoniada y con ventisca, ni el esprín de la mañanera, nos dan tregua para la ducha relajada. Porque a media tarde, Pozoportillo nos reclama para una obra urgente y nocturna... y sin luz. Son los avatares de las personas comprometidas, activas, creadoras, luchadoras.

Al final de dos jornadas intensas, simbólicas, festivas y batalladoras, aún voy a buscar y recoger a mi nieta mayor para traerla a dormir a nuestra casa... "la de la ciudad".  Me acuesto con la enorme satisfacción de seguir viviendo y disfrutando a tope de estas fiestas tan familiares y tan  consumistas. La báscula me dirá que no he engordado ni cien gramos. Mi   mente me dice que sí lo he hecho en felicidad. Sólo me queda que mis acompañantes hayan estado a gusto conmigo... casi sería la felicidad completa.  Pasajera, pero suficiente.

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