martes, 28 de noviembre de 2017

PUERTO VASCO DE ORDUÑA, SIMBOLO DEL CICLISMO

Esta Historia es de...  Y, desde aquí, le doy mi agradecimiento y le sumo mis redes de comunicación.

Crónicas del Alto Nervión

Aketza Merino Zulueta


El Puerto de Orduña: santuario del ciclismo


El puerto de Orduña se trazó entre 1765 y 1773 como parte del Camino Real que habría de unir Bilbao con Burgos. Fue financiado por el Consulado de Bilbao, el Señorío de Bizkaia y la misma ciudad de Orduña; por ello, y por la importancia del enclave, es conocido por su nombre a pesar de que transcurre íntegramente por terreno del alavés valle de Arrastaria, excepto los últimos metros que ya son burgaleses.
Durante décadas, miles y miles de arrieros circularon por el puerto con sus bueyes y carros, con sus burros, caballos y mulos transportando lana, trigo y todo tipo de bienes en la que fue la principal ruta comercial terrestre del norte peninsular. También circularon por la misma ruta los ejércitos franceses y españoles, los cristinos y carlistas, en su continuo ir y venir como perseguidores y perseguidos. En sus laderas hubo emboscadas y batallas, como la célebre de la Venta del Hambre, establecimiento que a tantos y tantos viajeros dio servicio durante siglos.

 
Tras la entrada en funcionamiento del ferrocarril entre Bilbao y Tudela en 1863, el comercio por esta ruta llegó a su fin y el tránsito de viajeros y mercancías por el puerto se redujo a los movimientos estrictamente comarcales entre Valdegovía, Losa, Orduña, Ayala, etc. Hubieron de pasar varias décadas hasta que el viejo Camino Real se convirtió en Carretera Nacional, hasta que el automóvil se generalizó como medio de transporte y esta ruta recuperó, aunque solo en parte, la importancia de antaño.
Y fue entonces cuando otro vehículo, mucho más modesto y asequible, movido tan solo por la fuerza de las piernas y el empuje de la voluntad, habría de poner el puerto de Orduña en el punto de mira de todos los aficionados a uno de los deportes más populares de Europa: el ciclismo.
Aunque ya solo muy de vez en cuando las carreras profesionales suben el puerto de Orduña, siempre muy lejos de meta y sin ninguna relevancia en el resultado final, hubo un tiempo en el que en sus rampas se escribieron algunas de las páginas más brillantes del ciclismo. Aún estando siempre bastante lejos de la línea de meta, durante varias décadas los 7,9 kilométros al 7,62% de Orduña constituyeron uno de los puertos más duros y decisivos de una Vuelta a España que solía presentar recorridos mucho más suaves que sus homólogas francesa e italiana.

La Vuelta ha ascendido Orduña un total de 13 veces, siendo la última en 2012. El puerto se estrenó el 2 de mayo de 1956 en la penúltima etapa de la ronda, que unía Bilbao y Vitoria-Gasteiz. No tuvo, sin embargo, demasiada historia la ascensión: el vizcaíno Benigno Aizpuru fue el primero en coronarlo y se hizo con la victoria de etapa. Bahamontes, habitualmente dominador cuesta arriba, no destacó en su paso por Orduña. En la general solo pudo ser cuarto, con su archienemigo Jesús Loroño en segunda posición a solo 13 segundos del ganador final, el italiano Angelo Conterno.

La Vuelta no regresó hasta el 9 de mayo de 1961, en la 14ª y antepenúltima etapa, 235 kilómetros entre Santander y Vitoria-Gasteiz. Por aquel entonces se corría por selecciones nacionales y Orduña fue escenario de continuos ataques de la escuadra española para eliminar al líder, el belga André Messelis, que logró salvar aquella jornada pero no la siguiente. Por la cima pasó en primer lugar Antonio Karmany, que venía fugado con dos compañeros desde el puerto de Las Muñecas. Aquella edición la ganó el valenciano Angelino Soler, el corredor más joven en ganar la Vuelta a España con solo 21 años.

Dos años después, la Vuelta regresó a Orduña pero no lo hizo al final sino en la 3ª etapa, disputada entre Torrelavega y Vitoria-Gasteiz, 249 kilómetros. La gran atracción de aquella edición de 1963, que fue la más corta de su historia, era el gran Jacques Anquetil, que ya acumulaba tres Tours y un Giro. El francés ganó la Vuelta sin grandes problemas y fue el primero en completar el “triplete” de grandes. Aunque sin duda muchos debieron acudir a ver al ciclista del momento, la ascensión a Orduña no deparó espectáculo alguno. Guy Ignolin se fugó casi de salida y coronó en primera posición; y aunque ganó dos etapas en la Vuelta, aquella fue para Antón Barrutia.

La fama del puerto de Orduña comenzó a fraguarse sin duda en una jornada histórica que tuvo lugar nada menos que un 8 de mayo, del año 1968. El gran favorito de esta edición era Felice Gimondi, joven ganador de Giro y Tour, que siguió los pasos de Anquetil unos años atrás y acudió a la Vuelta con la intención de convertirse en el segundo corredor de la historia en ganar las tres grandes. El italiano lo logró y fue precisamente en la 14ª etapa, 244 kms entre Santander y Vitoria-Gasteiz, cuando dio su golpe de autoridad. Salía como líder José Pérez-Francés, un gran corredor, mientras que Gimondi se había mantenido en un segundo plano. Hasta Orduña. A un kilómetro de coronar el puerto, el italiano atacó llevándose consigo a José Antonio Momeñe y Eusebio Vélez y, siempre llevando la iniciativa, dieron alcance a los supervivientes de la fuga, con la excepción de Eduardo Castelló, que se llevó la victoria de etapa. Gimondi recortó al líder casi minuto y medio y pasó a aventajarlo en la general por 11 segundos. Al día siguiente, un artefacto explosivo colocado por ETA en la carretera llevó a la suspensión de la etapa. Gimondi certificó su superioridad ganando la crono y así se hizo con la general de la Vuelta.

Después de esto, Orduña se convirtió en todo un clásico de la Vuelta. En la edición de 1970, se incluyó en el trazado de la 17ª etapa, un 10 de mayo, con un recorrido ya habitual entre Santander y Vitoria-Gasteiz, de 191 kms. No pasó gran cosa esta vez. El vizcaíno Andrés Gandarias coronó el puerto en primer lugar en una etapa que ganó el belga Willy In’t Ven. La edición fue para Luis Ocaña gracias a su desempeño en la crono final, que unió Llodio y Bilbao. Tanto Gandarias como Ocaña habrían de protagonizar futuras escaramuzas en las rampas de Orduña en años venideros.



Sin ir más lejos, el conquense fue el gran animador de la 12ª etapa de la Vuelta a España de 1971, disputada el 11 de mayo entre Bilbao y Vitoria-Gasteiz sobre un recorrido de 185 kilómetros. Ocaña llegó a esta etapa con mucho tiempo que recuperar en una clasificación general que encabezaba Miguel Mari Lasa. El genial escalador conquense afincado en Mont-de-Marsan simplemente despegó sin mirar atrás en la primera rampa del coloso vizcaíno y por la cima ya aventajaba a Lasa en minuto y medio. Nueve corredores le siguieron la rueda pero uno a uno fueron cayendo hasta que cedió el último, el alemán Bracke, en el puerto de Herrera. Tras una colosal exhibición, Ocaña entró en la meta de Vitoria-Gasteiz con más de dos minutos de ventaja sobre Scheepers y Bracke, que a la postre fue el vencedor de la ronda. Ocaña solo pudo ser tercero pero aún no había dicho su última palabra en Orduña.

Al año siguiente, la organización programó el paso por Orduña el 13 de mayo de 1972, en la penúltima etapa entre Torrelavega y Vitoria-Gasteiz, con 219 kilómetros. Al día siguiente, un doble sector con crono final terminaría por decidir la ronda. Luis Ocaña había decidido pasar de la Vuelta y acudir con todo al Tour tras la desafortunada caída que sufrió en el Col de Mente la edición anterior, cuando estaba siendo claramente el dominador de la ronda logrando que el insaciable Eddy Merckx doblara la rodilla. La jugada no le salió bien pero esa es otra historia.
En aquella Vuelta de 1972 estaba otro corredor no menos genial llamado José Manuel Fuente, “el Tarangu”. Este legendario escalador salió como líder de Torrelavega y demostró su clara superioridad dejando tirados en Orduña a sus dos máximos rivales, Lasa y Tamames, que a la postre le acompañaron en el podio final. Fuente fue alcanzando y descolgando a todos los fugados y coronó en cabeza aventajando al pelotón en casi 2 minutos. Había demostrado que era el más fuerte de la carrera. Por eso, después se dedicó a reinsertar en el grupo de cabeza a su compañero González Linares. En todo caso, hubo reagrupamiento general y el vencedor de la etapa en la capital alavesa fue Agustín Tamames.

Posiblemente, la ascensión a Orduña más brillante y mítica fue la que tuvo lugar el 12 de mayo de 1973. Repitiendo la fórmula del año anterior, se trataba de la penúltima jornada antes del doble sector final, si bien en esta ocasión la etapa finalizaba en Miranda de Ebro tras haber recorrido 203 kms desde Torrelavega. Es decir, Orduña quedaba mucho más cerca de meta.
Era la etapa reina de una ronda que se planteó como un duelo entre el mejor corredor de la historia y dominador del momento, Eddy Merckx, y el indomable e infatigable Luis Ocaña, su máximo rival. A rebufo de este par de ases, la Vuelta presentó una participación inusualmente brillante, con gente como Bernard Thevenet –ganador de los Tours de 1975 y 1977-, Roger Pingeon –ganador del Tour en 1967 y la Vuelta en 1969-, y los sólidos bloques del Kas y la Casera.
En la salida de Torrelavega, el belga era líder y ya había ganado cuatro etapas. Pero Ocaña no se rendía nunca. Así, en las rampas de Orduña un corredor del calibre de Agostinho hizo de lanzadera del ataque de su jefe de filas, Ocaña, que saltó a mitad de ascensión. Tras soltar a Merckx y Thevenet, el conquense coronó en solitario con medio minuto de ventaja. Sin embargo, por detrás ambos unieron fuerzas para cazar a Ocaña entre Osma y Espejo, de modo que en la meta de Miranda el insaciable belga se hizo con la victoria y ratificó que, simplemente, era el mejor.




Orduña era un puerto que proporcionaba espectáculo, y no faltó en la edición de 1974 en la 17ª etapa entre Bilbao y Miranda, un 10 de mayo. En esta ocasión, se llegaba al puerto vizcaíno tras subir otro duro puerto como Urkiola, en cuyas rampas atacó un Ocaña que no lograba encontrar su mejor golpe de pedal tras haber ganado, al fin, el Tour el año anterior -eso si, con la ausencia de Merckx-. El líder era Fuente, 3º el Tour anterior y gran animador del Giro entre 1972 y 1974, y no tuvo problemas para responder a sus ataques.
Ambos se marcaron durante toda la ascensión a Orduña, que fue coronado en primer lugar por Santiago Lazcano, que iba escapado. De hecho, a Fuente y Ocaña se adelantaron en la subida varios corredores, como Tamames, que a la postre se llevó la etapa en Miranda. Fuente se llevó la ronda con solamente 11 segundos de ventaja sobre Agostinho, con Ocaña cuarto.
Para hacernos una idea de cómo se las gastaban estos corredores, el Tarangu se presentó en la línea de salida del Giro solo cuatro días después con la intención de doblegar a Merckx. En una de las mejores ediciones que se recuerdan de la ronda italiana, Fuente se exhibió en montaña día sí y día también para delirio de los tifossi. Sin embargo, camino de San Remo en una jornada aparentemente intrascendente una de sus clásicas pájaras le hizo perder todas sus opciones a la victoria final.

Mientras, la fórmula de la Vuelta parecía funcionar, de modo que en 1975 Orduña volvió a estar presente en la penúltima etapa de la ronda, el 10 de mayo. Aunque sí que hubo diferencias respecto al año anterior: en esta ocasión se subía casi de salida y antes que Herrera, que tendría mayor protagonismo. Por entonces, Txomin Perurena era el líder pero se esperaba batalla entre Ocaña y Lasa. En medio de una espesa niebla que no permitió ver gran cosa, aunque nada pasó, Ventura Díaz coronó en primer lugar. No consiguió sacar renta el conquense y la etapa fue para el holandés Hennie Kuiper. La victoria final fue para Tamames, con Ocaña cuarto otra vez.

Tampoco tuvo mucho protagonismo Orduña en la siguiente edición. El 15 de mayo se disputaba la penúltima etapa de la ronda con final en el Santuario de Oro, por lo que Orduña se subía en los primeros compases de una etapa que salió de Galdakao. Salía como líder Kuiper, que retuvo el liderato al final de una etapa ganada por el alemán Dietrich Thurau. El primero en coronar fue Andrés Oliva, en una ascensión que no tuvo más historia.

Pero los anales del ciclismo aún guardaban una página más para Orduña. Como se suele decir, el recorrido no basta sino que el espectáculo lo tienen que poner los corredores. Y espectáculo hubo el 13 de mayo de 1978 en la 18ª etapa de la Vuelta, 154 kilómetros entre Bilbao y Amurrio con Orduña como mayor dificultad del día a 90 kilómetros de meta. No podía ser de otra manera si estaba en liza el gran Bernard Hinault.
El bretón ya había logrado triunfos importantes la temporada anterior, como la Lieja con exhibición incluida, o la Dauphiné Liberé ante Thevenet –que ganó el Tour-, Van Impe –tercero-, Agostinho o Zoetemelk. Sin embargo, su director, el legendario Cyrille Guimard, decidió posponer su debut en la ronda gala hasta 1978. Y escogieron la Vuelta como banco de pruebas. Hay que tener en cuenta que hasta entonces la Vuelta, organizada por El Correo, era una carrera bastante light con recorridos muy suaves. Aquella edición apenas tenía puertos de primera categoría, había poca crono y solo 3 finales en alto muy flojos. Tampoco parecía que fuese a tener demasiada competencia: ni siquiera estaban los mejores españoles y no había extranjeros de postín, ya que aquel año el Giro comenzó antes de que terminase la Vuelta.
Con cuatro victorias de etapa y el liderato, sin haber realizado un desgaste desmesurado y sin haber encontrado demasiada oposición, Hinault llegó a la penúltima etapa de líder con 50 segundos sobre Pesarrodona, 1’25” sobre su gregario Jean René Bernaudeau y 2’15” a Eulalio García. Y aún faltaba la crono final en Donostia. Tenía la ronda ganada.
Pero Hinault estaba rabioso. Se decía que estaba ganando sin moverse y gracias a las bonificaciones, que se había escudado en su equipo y que no estaba demostrando ser un campeón. Tras pasar por el Alto de la Junta, la carrera llegó a Orduña y allí Hinault se marchó irresistible hacia delante. En la bajada del puerto de Vitoria alcanzó a Pizzini y Gandarias, con quien al parecer tenía un pacto de no agresión, pero que no pudo seguirle la rueda al enfurecido bretón. El propio Gandarias afirma que Hinault no le iba a disputar la victoria pero el bretón se habría cabreado tras los ataques en Orduña de Alberto Fernández, y decidió poner a todos en su sitio.
Hinault coronó en solitario Aiurdin y las Chozas y se presentó en la meta de Amurrio con 1’56” de ventaja sobre un grupo de 14 hombres tras una tremenda exhibición, innecesaria en términos resultadistas, pero que vino a mostrar su indomable carácter así como su fortaleza física. “Lo he hecho para divertirme”, declaró en meta.






Al día siguiente, el sector matutino llevaba al pelotón hasta Donostia, etapa ganada por Txomin Perurena a pesar de los disturbios y los obstáculos colocados en la carrera, lo que llevó a suspender la crono final y dar por terminada la Vuelta 1978. Estos incidentes motivaron la retirada de El Correo como organizador de la ronda y la ausencia de la Vuelta en Euskadi durante décadas. Hinault, se llevó la Vuelta con 3’02” sobre Pesarrodona y 3’47” sobre su gregario Bernaudeau. Tras otra exhibición en el Campeonato Nacional francés, Hinault debutó en el Tour, ganó tres etapas y se llevó la general sin discusión por delante de Zoetemelk, a 3’56” y Agostinho, a 6’54”. El quinto, el francés Seznec, se clasificó ya a 12’50” y el décimo a 22 minutos.
La Vuelta no volvió a transitar por Orduña hasta el año 2012, en una etapa con final en Valdezcaray, por lo que la ascensión no tuvo más historia.
No hay que olvidar que el puerto ha sido ascendido también por otras rondas, como la extinta Vuelta a Álava de aficionados, pero sobre todo por la Vuelta al País Vasco, aunque siempre lejos de meta y sin demasiada trascendencia en el resultado final.
Merece la pena recordar la jornada del 4 de abril de 1985, jueves santo, en que se disputó la 4ª etapa de la Itzulia entre Getxo y Amurrio con un recorrido de 179 kilómetros con Orduña situado a 100 de meta. Iñaki Gastón coronó en primer lugar aunque la etapa no se definió hasta el paso por Garate, a 18 de meta. Allí atacó el asturiano Pedro Muñóz –solvente escalador que había sido 8º en el Tour del año anterior-, que se llevó consigo a Rogiers. Nunca tuvieron demasiada ventaja pero fue suficiente para que Muñóz entrara vencedor en la meta de Amurrio, situada en la subida del Alto López, justo por delante de Juan Fernández. A falta del doble sector final, José Luis Laguía era líder por delante de Peio Ruiz Cabestany, que fue el vencedor final ante Greg Lemond, Marino Lejarreta, Pepe Recio, Perico Delgado y Sean Kelly. Casi nada.
Como era –y sigue siendo- habitual, la participación de la Vuelta al País Vasco era de primer nivel y en la salida se había presentado el mejor corredor en activo: Bernard Hinault. El bretón ya acumulaba 4 Tours, 2 Giros, 2 Vueltas, un mundial, una Roubaix y muchas más carreras, aunque el año anterior se había visto completamente avasallado por un joven Laurent Fignon que le metió 10 minutos en la general del Tour. Por si fuera poco, al comenzar la temporada 1985 abandonó en Valencia y en la Tirreno-Adriático, por lo que no llegaba en absoluto en su mejor momento.
Hinault ascendió Orduña con un ritmo muy diferente al de 7 años atrás y coronó descolgado en medio de una espesa niebla y la lluvia, para abandonar 40 kilómetros después. El escritor Julen Gabiria contó en un artículo publicado en Berria el 5 de abril de 2017 que su afición al ciclismo se fraguó aquel 4 de abril en Orduña. Narraba el triste paso de Hinault por la cima y cómo la gente comentaba que estaba acabado. La respuesta del Tejón fue ganar Giro y Tour.
Lo narrado por Gabiria me trae a la memoria otra jornada de ciclismo entre la lluvia y la niebla, que tuvo lugar el 8 de abril de 1998, en la tercera etapa de la Vuelta al País Vasco. Si aquella vez, tras el paso del pelotón se echaba en falta la presencia de Hinault en el mismo, aquel miércoles ocurrió lo mismo con Jan Ullrich, vigente ganador del Tour. El alemán llamado a marcar una época en el ciclismo apareció en la zona del Panorama escandalosamente descolgado del pelotón, el último de todos. Recuerdo verle sufrir embutido en su maillot de campeón de Alemania con un montón de kilos de más fruto de una preparación invernal intensa en lo que respecta al consumo de productos tradicionales alemanes altos en calorías. Como Hinault, abandonó apenas unos kilómetros después. Aquella etapa, entre Balmaseda y Viana, la ganó Pascal Hervé por delante de su compañero de fuga Iñigo Cuesta. Lograron una ventaja suficiente para que el burgalés ganara la general final.
Hablar del puerto de Orduña es aludir a los mejores ciclistas de siempre: Eddy Merckx, el Caníbal, el mejor de la historia; Bernard Hinault, el único quien logra acercarse en palmarés, ambición y espectacularidad de sus victorias; Jacques Anquetil, el primer corredor en ganar 5 Tours y las tres grandes; el irrepetible Federico Martín Bahamontes, y otros grandes corredores que hicieron de los años 60-70 la que probablemente es la época dorada del ciclismo: Luis Ocaña, Jose Manuel Fuente, Felice Gimondi, Bernard Thevenet, Joaquim Agostinho, etc.
¡Cuántos jóvenes y no tan jóvenes se habrán aficionado al ciclismo viendo pasar a semejantes campeones por las rampas de Orduña!

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