sábado, 25 de julio de 2015

AL MONCAYO (2314), 33 AÑOS DESPUES

Es el monte más alto del Sistema Ibérico. Su sierra unida a tan sólo 22 kms. del Desierto de las Bardenas Reales (Navarra) es un caso único en Europa, donde sus abundantes aguas y fertilidad contrastan con la sequedad y dureza de las arenas desérticas.

1982. Mi hijo Zigor tenía 7 años. Subió andando y sin quejarse en un tiempo más que rápido. Arriba, de manera simbólica, recibió el bautismo de fuego como montañero. Como únicos testigos, el  monolito con la Virgen del Pilar, las inscripciones y algunas flores para el recuerdo. Hay una foto.

Santuario a 1.620 m. La niebla se mantiene espesa hasta el final del bosque, en torno a la cota 1900.

Un accidente grave en la carretera de un familiar octogenario me obliga a cuatro días en la comarca. Una caída mía de un  árbol, con rotura muscular, se ha sumado al  más que susto del pasado 31 de diciembre y al sobresfuerzo del Camino de La Lana. Mi escapada mañanera de  este sábado, recibe la bendición de la naturaleza en forma de cambio de tiempo. El casi inaguantable calor en la zona de ya numerosos días se reduce en más de una docena de grados. La niebla invade la montaña arbórea en casi toda su extensión durante la larga mañana.

Me sorprende agradablemente la cantidad y edad de los nuevos montañeros. Predominan las mujeres y la gente joven. Una pareja de Amposta sube con sus dos  hijas. Silvia (11) es remera, pero la tengo que animar porque la montaña no es su especialidad ni se lo ha tomado con todo el tesón. La vuelvo a encontrar llegando a la cima. La pequeña Ana, chupete en boca, va en la mochila con su padre cuando descansan al llegar al primer collado cimero. Me prometen que hará andando el resto.

Aún me quedan dos acontecimientos a destacar. El primero, una familia con sus 5,2 hijos ya baja de la cima. Me parece un enorme soplo de aire joven y fresco en la naturaleza. "Desde hace cuatro años decidimos quitar la tele de casa... y sobrevvimos más felices sin ella". Ana (37, Juan Antonio (37), Paula (11), León (9), Valeria (7), Noé (4) y Bruno (1). Casi al final del descenso encuentro a las chicas recogiendo frambuesas silvestres.

Hoy esta familia de Zaragoza  ( la madre de Montpelier) es la mejor imagen que veo en el Moncayo.


Tampoco es habitual ver un rebaño de ovejas pastando en la cima, a 2.300 metros . Y con ellas hay un burro de carga. No encuentro al pastor y bien que lo busco para charlar con él. Me merecen varias fotos y pasar un rato con ellas, que sumado al del disfrute con las vistas y más fotos en el punto más alto, me lleva las manecillas del reloj a las dos de la tarde, mediodía solar en el techo Ibérico.



"Sólo por haberme encontrado y charlado con vuestra familia, ha merecido la pena venir desde Bilbao a subir hoy al Moncayo", le digo  al padre de la prole, antes de subir  a mi viejo turismo e iniciar el regreso vehiculizado.  "Muchas gracias", me contesta de inmediato su hijo de 9 años. En los tres momentos que coincido con ellos o parte de ellos, su educación y comportamiento me parecen simplemente envidiables. Ah... lo del 0,2 es porque la joven madre (37) me dice con orgullo que lleva el sexto en el vientre... ya dos meses.

Estas han sido unas pinceladas reales  de lo vivido en el Moncayo  en la mañana del día de Santiago, 61 años después de que un hermano mayor mío se dejara la vida en un río tras bajar de la montaña.  Recuerdo imborrable, que en ningún caso quita grandeza a las montañas y a los ríos.

2 comentarios:

  1. Per Bat.
    Como siempre, fantásticas tus vivencias en el Moncayo y cómo disfrutas. Eres un fenómeno.
    Estuvimos en marzo 2011 con el grupo, había nieve y usamos crampones y fue también una experiencia grandiosa.

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  2. Para los que vivimos y disfrutamos tan intensamente de la naturaleza, la montaña y las gentes... es fácil transmitir con palabras y con letras la belleza que amamos. ¡Que sigamos así, Teo!

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