martes, 2 de octubre de 2012

Al PEREGAÑA (625) descalzo

He descendido de las altas montañas pirenáicas a mi humilde montaña ayalesa. En mis caminos peregrinos  he practicado con frecuencia el caminar descalzo para airear y fortalecer los pies. Hoy lo hago desde Pozoportillo (466) con sólo unos viejos calcetines de lana. Es mi primer monte descalzo. Entre ida y vuelta son dos kms. de asfalto con piedrillas y otro tanto por pradera y arbolado. El único problema van a causarlo los casi invisibles pinchos de los secos cardos, que se enredan en la lana y acaban alojándose en las plantas de los piés. ¡También así se fortalecen para futuras necesidades perentorias!
http://www.amf-fam.org/images/mountains/0130.jpg
Quejana con Peregaña al fondo

Esta cima ayalesa es de las más fáciles "centenarias". Desde el alto de Laisilla (506) en Ozeka, hasta donde se llega en cualquier turismo, sólo hay media hora  a pie con un suelo muy cómodo y unas vistas  excelentes.
Mi consejo es dejar el vehículo en el aparcamento de la Torre de Quejana  (foto) y hacer el recorrido a pie por Pozoportillo (foto) y descender a Beotegi por el Camino Real de arrieros y por asfalto hasta el coche. Son unos diez kilómetros, ideales para una mañanera relajada disfrutando de la panorámica de Ayala y Salbada. Muy válida para familias con niños y ancianos un poco entrenados.

Venta Pozoportillo, con Sierra Salbada detrás y el Eskutxi (1178) escondido en el centro de la foto a sólo unos metros del "casco".
A las 13 h. regreso a la Venta. Me espera duro trabajo de trasladar tierra en carretillas y trasplantar un abeto que me estorba.  La más tonta de las caídas al terminar de arrancarlo da con mi espalda en el  borde pétreo y pronunciado de la rústica acera. El intenso dolor y dificultad respiratoria me "anuncian" la posible fractura de alguna costilla. Unos minutos tumbado para recuperarme y a comer. Por la tarde  termino el trasplante con bastante dolor.

Recuerdo la anécdota que nos contó el histórico "rey" montañero Messner en Bilbao. Una caída tonta en su castillo, a donde subió a entrar por la ventana por haberse dejado las llaves, casi le deja en silla de ruedas. Y le inutilizó para seguir hollando cimas. Ni yo soy él  ni mi árbol es su castillo... pero las caídas tontas las podemos tener todos. ¡Mis costillas se van a recuperar... pero al abeto le tendré que ayudar en su nuevo destino!

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