lunes, 31 de marzo de 2014

MENAZA, LAS PIEDRAS QUE HABLAN

Menaza, situada entre las zonas de la Braña y la Lora en el norte de Palencia, es un pequeño pueblo agrícola y ganadero, situado a tan solo 6 kms. de Aguilar de Campóo. Hasta la década de los sesenta del s.XX tenía su ayuntamiento en Néstar, que acumulaba cinco aldeas diseminadas de la zona de similares características y tamaño. Y a partir de entonces, Aguilar se los comió. Y sus actuales habitantes aún me hablan del alcalde, el más anciano del pueblo, al que no consigo visitar en mis dos intentos, al no encontrarle en su casa ni en la calle.



El pasado lunes 11 de marzo, hago unos kilómetros de entrenamiento en mi veterana bicicleta Orbea "Altube" de 1980. Distendido, llego hasta esta aldea de piedra, que ya anterioremnte había visitado y hasta pasado andando por ella sin detenerme tanto rato a ver sus maravillas. Tomo alguna pequeña nota a lapicero y muchas en mi memoria, pero vuelvo de nuevo en bici el miércoles 13 con la máquina de fotos. Y tomo más notas y charlo con más vecinos, hasta que se me acerca la noche  y tengo que regresar a  Aguilar, que no llevo luces. Otras ocupaciones -viajes y aventuras- no me dan tregua hasta hoy, que retomo las notas y agudizo mi memoria para subir aquí etas líneas.



Piedras que se tallaron a conciencia, que sirven o que están en espera de volver a servir. Piedras que cumplieron una época y piedras que vuelven a colocarse de otra manera en la Casa Rural. Las piedras nos hablan de las distintas épocas.
Buscando un elemento natural para definir al pueblo con un eslogam, las piedras ganan. Y hay más cosas, claro. Por ejemplo, 24 casas y 18 habitadas, 20 personas y 9 chavalillos/as, muchas ovejas y tierras de labrantío, una iglesia con muy buen porte, una enorme casa rural, un taller de herrero y artista moderno, ... y veo niños y jóvenes jugando y hablando por sus "calles". Ah!... y las yeguas de postín de Claudio,  que me las enseña así como su "cuadra" cuando va a darles la "merienda".



El padre del artista nuevo herrero, que ya se acerca a los 80 años, me enseña y explica con orgullo el variopinto y amplio portalón de su casa. Trillos de los años cuarenta del pasado siglo conviven en cierta armonía con su obra preferida (ideada por él y realizada por un aprendiz de  soldador de su taller con sobras de hierro) -una virgen con niño y rosario- y con arados romanos, que el sol no me deja mostrarlos en su gran belleza y excelente conservación.
 Las ovejas y el pastor. Elias (43), Ursula (32), Joan (12) y Ursula (7), son la familia de rumanos que ya llevan diez años aquí y totalmente adaptados. El es el pastor asalariado de 360 ovejas, que no para mientras me atiende, sea dándoles de comer o llegando con el tractor de trabajar en las tierras y el acarreo de fardos. La niña es extraordinariamente abierta, espabilada y cariñosa.  El segundo día, tras verme, me acompaña un rato y quiere salir en las fotos, que sus padres me autorizan. Joan, más serio y distante, promete intentar encontrar esta entrada en internet para que la vean todos en casa.


Una aldea con personas y animales es siempre un lugar con mucha vida


Y la iglesia. En las aldeas de este Estado, aún parecen imprescindibles, con la grandeza que fueron... y hoy aunque sólo sea para las postales y los funerales.  Y ésta, como tantas en Palencia, tiene su arte y una explicación breve y externa nos lo cuenta.

 

En el pequeño pueblo hay vida. Veo trabajar al pastor y al moderno herrero. Veo a los niños y a los adolescentes jugar y pasear, a los mayores deseosos de atenderme bien. Antes del anochecer tengo que volver a Aguilar en mi humilde "vehículo" que ni siquiera tiene luces. Al día siguiente me preguntan si no he visto y retratado los cañonazos de la Guerra del 36 en la Iglesia. "No los he visto", pero esas piedras heridas también hablan de aquella barbarie que la incultura de los que obedecen y la incompetencia de los que mandan a veces nos llevan.

Hay mucho más para escribir y retratar.  Las siguientes fotos sólo son una muestra de la "arquitectura popular" de esta aldea, pero pueden ser suficientes para que cada cual saque las conclusiones de lo que hubo y hay dentro de ellas.

  



 Y al anochecer, me paro a un kilómetro junto a su río, -ya bautizado como "rojo" por los romanos por los sedimentos minerales que bajaba de su recorrido montañero-, para ver cómo los últimos rayos de sol del día embellecen la silueta de Menaza.

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